Embarazo




Esto es algo que escribí cuando estaba embarazada de Luna. Me estaba preparando para su nacimiento... que traería su muerte, y Luna dejaría de tocar mi cuerpo para siempre.



Los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres.
Sófocles

There are two things we should give our children: one is roots and the other is wings.
Hodding Carter




Me estoy preparando para cuando mi hija ya no esté. La hija que todavía sigue creciendo adentro de mi cuerpo. Mi Lunita, con su cuerpo que no se está formando para poder quedarse a vivir con nosotros. Voy a hacerme un anillo moldeado de la leche que mi cuerpo preparará para ella. La leche que me va a dejar Luna. Leche que mi cuerpo va a tardar unos días en entender que nadie la necesita. Pienso en días de derramar leche, derramar sangre de mi útero contrayente, derramar lágrimas sin ruido, esas lágrimas que no dejan respirar. Mi cuerpo vaciándose sin sentido. Pero esa leche es lo que me deja Luna. Lo que hago para ella. Lo último nuestro. La leche de las dos.
Vamos a hacer una impresión, en una hoja enorme, de la placenta... quedará como el árbol de la vida. Hay que sellar la impresión con laca, aunque a Lucas le preocupa usar tóxicos cerca de su hermana. Porque aunque esté muerta, no quiere químicos cerca de ella. Entonces lo vamos a hacer después, afuera, lejos de todo, de la placenta y del cuerpo de Luna.
Una artesana me va a hacer una medallita en forma de media luna y va a imprimir sobre ella una huella que le mandemos del pie de Lunita. Wynn me regaló un collar, con una lunita en oro rosa y otra luna más grande en oro blanco cuidándola.
Vamos a deshidratar y pulverizar nuestra placenta. Lucas quiere guardarla en una urna y poner encima la camiseta con un monito andando en elefante que tenemos guardada para nuestra hija desde nuestro primer embarazo.
Pero su cuerpo. Su cuerpito maravilloso y perfecto, que todavía temo no poder parir, que no me perdono de antemano si me llegara a dar impresión. Ese cuerpito lleno de amor que no se forma según ningún patrón conocido. Ese cuerpo que va a ser tan chiquito, más chiquito de lo que me imagino hoy. Ese cuerpito que sigue siendo parte de mí, lo vamos a cremar. Se va a convertir en cenizas – ash, como supo explicar Wynn - porque la queremos soltar. No quiero que mi hija quede atrapada bajo la tierra. Una tierra que no es nuestra, donde no hablan como nosotros, donde comen cosas que no terminamos de entender. No quiero que el cuerpo entero de mi hija quede atrapado en un lugar donde podríamos no vivir. Nómades como somos, no tenemos tierra. Mi hija no puede ser parte de una tierra que no es parte mía. Entonces la vamos a soltar. Poco después de su muerte y nacimiento, vamos a llevar sus ashes y soltarlas al mar, al aire, al agua, a las estrellas. Para que forme parte de todo, para que esté en todos lados. Para dejarla volar, para darle libertad.
Pero con todo, todo, todo el resto, todo lo q nos den su cuerpo y el mío, como testigo y recuerdo de que fuimos, de que vivió, de que fue parte de mi cuerpo... todo, todo, lo quiero guardar. Reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Reliquias nuestras, reliquias de que existió, de que tuvo cuerpo, de que es parte de nuesra familia. Y voy a ser la vieja loca con el anillo de leche y las lunas colgando por todo el cuerpo. La vieja loca que prende una velita casera todos los días, porque las hice para el parto pero las empecé a prender cuando Luna vivía en mí. Me estoy tejiendo una bufanda, así tengo algo que empecé a tejer cuando estaba embarazada de Luna.
Me quedo con todo. Las fotos, las muchas fotos de la panza, de los chicos abrazando a Luna en la panza. Videos de Gaspar cantando su canción de Lunita. Dibujos de Lucas. Algunas de las primeras palabras escritas por Lucas, con su nombre y el de Luna.
Me quedo con todo. El Kleenex con las lágrimas de la ecografía que nos cambiaría.
Pero su cuerpito, lo vamos a soltar. Porque solo se pueden quedar sus huellas, los besos, lo que pasó por nosotros. Su cuerpo, que es de ella, no lo quiero atrapar. Lo quiero soltar, para que ella esté libre. Y para que forme parte de todo. Para que esté donde sea que estemos.
Y ahora, definitivamente, no pertenezco a la tierra. Ni a esta con sus únicas dos temporadas anuales, ni a la que me vió nacer, ni a la que me dió a mi hombre, ni la que recibió a nuestros hijos. Ahora sí que solo tengo lo que llevo encima y lo que respiro. Justo ahora, que más que nunca, siento en cada mujer, cada abrazo, cada mensaje que pertenezco, que este lugar del mundo me quiere y me cuida. Lo amo y no es mío.

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